martes, 9 de febrero de 2010

POETAS ENTRERRIANOS - SELECCIÓN



Autor: Gloria Montoya de Daneri

Los ladrones del sol

los ladrones del sol
huyen por los campos
se llevan el sol
envuelto en los capuchones
de la muerte
el cielo debe tener las orejas tapadas
no oye los gritos
que se desgajan de los camiones celulares
de los campos de batalla
de las celdas del hambre

ahora todo es gris

las calles son una larga carrera hacia la muerte
en el perfil de machetes y sables
la vida se transforma en un último grito
en una larga mano que araña la boca del cielo
para anotar nombres de sangre
en las puertas del universo
estudiantes!

los ladrones del sol
han huido por los agujeros de los techos
la ciudad bosteza humo de adormidera
se come el clandestino sueño
de los hombre
acaso los árboles deberían ponerse
saco y corbata de luto
-han muerto los pájaros-
el silencio construye casas
con pedacitos de plumas
techo de papel
piso de barro
los ladrones del sol
han dado muerte a los pájaros
haremos un entierro mudo.


AUTOR: Juan Laurentino Ortiz

Poema de su libro “El agua y la noche”

Domingo

El sol y el viento, solos, sobre el pueblo.
Alegría de cal, de callejones últimos
entre un pudor de ramas,
por donde mis paseados, lentos días
salían a suaves campos.
Vecino era del agua y de la luz.

Campanas. Oh, la infancia que era como estas hojas,
gracia viva del aire y los reflejos
bajo la penetrante, mansa mirada de la tarde.



Autor: Galo Zaragoza (1904/1965)

Bajo la lámpara lunar


Dame un poco de sombra

Dame un poco de sombra para mi marfilina agonía
y un claustro donde pueda encontrarte de nuevo;
reza como rezabas con un aire de viejas letanías
y un poco de nostalgia para desvanecerme…

¡Qué la luna me observe con su cara redonda
y se rían los niños de mis pobres locuras!
Si sabes algún cuento no me lo digas tarde
que están mis noches ásperas como cánticos viejos.
Y mi lámpara solo hace tiempo que no arde,
mi paisaje es la noche cubierta de neblina.


Publicado por Editorial de Entre Ríos


Autor: Gaspar Benavento (1902/1963)

La de las siete colinas

Monte

IV

Esta apretada conjunción arbórea
es un lírico monte de guitarras
donde todos los pájaros del mundo
maravillosamente se desangran.

Mi raíz vegetal busca el enigma
de las transformaciones milenarias,
de las fuerzas que crean y destruyen,
mi ser, lo mío, lo que está en mi raza,
eso que crea al musgo y la serpiente
y que nutre al dolor y a la palabra.
Busco el veneno oculto, lo ignorado,
lo indescifrable y lo que no se alcanza
y asisto al heroísmo de las luchas
entre vidas y muertes subterráneas.

Aquí me nutro y me transformo en árbol.
Ya tengo el cielo para ungirme en gracia,
tengo la flor para asombrar mi mundo
y el pecho abierto para las calandrias.

Publicado por Editorial Entre Ríos

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