miércoles, 18 de enero de 2012
GANADORES DEL 7º CONCURSO LITERARIO DE CUENTO Y POESÍA "EL MERIDIANO DE LA PALABRA"
Se entregó el premio a los ganadores del séptimo concurso El Meridiano de la Palabra, organizado por la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) Seccional Entre Ríos, en el rubro Cuento y Poesía. El acto realizado en el auditorio del Círculo Médico de Paraná, marcó el cierre de actividades del 2011 de la entidad. El galardón consistía en la publicación de los trabajos en la prestigiosa antología que se edita anualmente y el obsequio de una cantidad de ejemplares, para cada uno de los que fueron reconocidos por el jurado. La convocatoria de carácter nacional, encontró entre los seleccionados, autores de Paraná, Rosario, Córdoba, y distintas localidades de la Provincia de Buenos Aires.
Claudio Cañete (Diciembre 2011)
La velada celebrada en el Auditorio del Círculo Médico de Paraná, fue una verdadera fiesta para la literatura entrerriana. Con un gran marco de público, en su mayoría socios, la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) Seccional Entre Ríos, le puso el broche de oro a un año de gestión exitoso. Donde la concreción del Ciclo de Cafés Literarios, la presentación de varios libros y la realización de la primera edición de la feria Paranálibro 2011, que tuvo nivel nacional gracias a estelaridades de las letras del país, están en la lista del haber.
En la ceremonia, encabezada por el presidente de SADE, el doctor Alejandro Karavokiris, se entregó el premio a los ganadores del séptimo concurso El Meridiano de la Palabra, organizado por la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) Seccional Entre Ríos, en el rubro cuento y poesía. El galardón consistía en la publicación de los trabajos en la prestigiosa antología que se edita anualmente y el obsequio de una cantidad de ejemplares, para cada uno de los que fueron reconocidos por el jurado que este año estuvo integrado por los escritores Graciela Pacher Barbará, Juanita Rocha y Luis Churruarín.
Los ganadores que ahora forman parte de esta convocatoria que se hace todos los años a nivel nacional resultaron ser en Poesía: Primer Premio para Memoria de los reinos, de Abel Edgardo Schaller (Paraná); Segundo Premio para El rescate, de María Aurora Gazzino (Paraná); Tercer Premio para Si tan solo…, de Irma Cabrol de Avellaneda (Paraná); Mención de Honor para Máxima, de Liliana Souza (Don Bosco – Buenos Aires); Mención de Honor para Preocupaciones sobre la pared, de Liliana Savoia (Rosario). En tanto que en el rubro Cuento los elegidos fueron: Primer Premio para Fuego en la biblioteca, de Fernando Azamor (Zárate – Provincia de Buenos Aires); el Segundo Premio para Intermitencias de la memoria, de Beatriz Teresa Bustos (San Francisco – Córdoba); Tercer Premio para Regreso por la Navidad, de María Aurora Gazzino (Paraná); Mención de Honor para Sur, de Abel Edgardo Schaller (Paraná).
Cabe mencionar en este sentido, que los participantes, podías pertenecer a cualquier Seccional de SADE del país, y lo podían hacer en los dos rubros simultáneamente. En la noche del lunes cada autor leyó su obra ante el público, y entre los escritores de otras provincias, quien se hizo presente fue Fernando Azamor, quien viajó para estar presente y leer compartir su propio cuento, prestigiando el acto literario que fue conducido por Estela Bovier, Gladys Moine y Elena Cabrera, integrantes de la Comisión Directiva que preside Karavokiris. La impecable edición de la antología este año estuvo a cargo de Ediciones del Clé, que le dio el nivel que tiene como premio la publicación de las obras que destacó el jurado en esta ocasión. En la misma noche se hizo mención y se destacó al escritor de Villaguay, Julio Manuel Bielines, que en esta semana también, obtuvo representando a Entre Ríos, una Mención de Honor en Poesía, en el marco de la entrega de la Faja de Honor 2011 que realiza SADE Central, todos los años.
“Prologar la impresión de poemas y cuentos de un concurso literario, tiene una desventaja, la cual es la diversidad de los mismos. Carecen de la unidad y la cohesión hacia la universalidad de sus autores, quizás buscada por un compilador o historiador, de un período en las letras o, del objetivo que se busca al intentar una antología, que es descubrir generaciones, movimientos sociales y espíritus combativos, detrás de un singular pathos. Tarea más fácil es abrir el libro de un amigo, pues lo que escribe y piensa, se halla en un mismo continente o suceso de vida. Entonces, en el cumplimiento de la tarea, las probabilidades de que surja un párrafo adecuado en el artificio de la escritura, son muchas y ninguno de esos caminos, distan de ser formales e intrascendentes. Pero, siempre hay un sendero de luz, determinado por el entusiasmo de alcanzar la belleza, en esa sobrenatural condición, que sólo el hombre tiene, en la búsqueda de su propia estética”, expresó Karavokiris, en su discurso de presentación de todos los ganadores y mencionados.
Luego de la entrega, finalizada la ceremonia, como es habitual también todos los años se realizó la cena de cierre, con la participación de todos los socios. Fue el momento de balances y de empezar a hablar sobre los futuros proyectos para el 2012 y marcar la continuidad de actividades que caracterizan a SADE Seccional Entre Ríos.
NOTA: SADE agradece al artista plástico Roberto Giusti, quien gentilmente cedió sus fotografías para esta nota.
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Memoria de los reinos
Primer Premio – por Abel Edgardo Schaller
En nombre del tigre y la raicilla,
del inútil afán de las murallas,
del miedo calvo de mis propios huesos,
de aquéllos que en la oquedad
de los silencios nos preceden;
de las alas y frondas rumorosas,
de la inquietud que yace en las banderas,
del indeliberado rumbo de nubes y vilanos;
de las homéricas simas,
cuyo alegato de sal y de sirenas
no inscribe la imperfección de las bitácoras;
del ojo cíclope que sin dormir crepita
y rige amaneceres y crepúsculos,
de la irisada fragua en que el armero
forja su espada acaso vencedora,
del magma original
que en los profundos templos
funda divinidades y liturgias,
recuérdennos los reinos:
cada materia es un enigma
que inflige herrumbres y metáforas al hombre.
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El Rescate
Segundo Premio – Por María Aurora Gazzino
Enero me permite este soneto,
un derroche de verde inusitado,
el prodigio de un río rescatado,
y el sosiego de este instante hondo y quieto.
No sé por qué ha tardado este soneto.
Sospecho que de puro acostumbrado
a nacer del dolor, casi extraviado,
tampoco halló la ausencia, e incompleto,
desconoció la luz de tu presencia.
Mi vieja soledad, mi desamparo
se han muerto de sombra frente al claro
cascabeleo verde de tu esencia.
Y, trepada en mi río, tu mirada
me recobra. Poeta. Enamorada.
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Si tan solo…
Tercer Premio – Por Irma Cabrol de Avellaneda
Tan solo al pensarte se hechizan mis sombras
se olvidan las penas, mi fluir se apasiona
Y es canto a la vida mi voz que te nombra.
Rezagos de vida me oculta el sendero,
donde hay un recodo descubro tus huellas
y el grito que nace del alma en pedazos,
alerta a la luna quien en cuna oscura…
va engendrando estrellas.
Tan solo al pensarte me invade el rocío
los grillos acallan, se moja la espera
y sueldan estrías que sangran en llantos.
Yo vago en el aire, panadero al vuelo
está la nostalgia buscando caricias
y un vibrar de arterias enloquece al rito
de amarte por siempre…
La noche se esfuma y envuelta en sus brumas
me trae la mañana un canto escondido…
mi voz que te nombra, tan solo al pensarte.
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Fuego en la biblioteca
Primer Premio Cuento – Por Fernando Azamor
Escribir es trascender, decía Ostumán, maestro de escribas. Escribimos para ser eternos, enseñaba. Nuestro mensaje nunca acabará. Escribir es saber. El papiro estará aquí cuando ya nadie diga nuestro nombre. En el atardecer, Itiae Beffur clavó su firma y su anillo sobre los papiros fundamentales. Saber. Saber mucho. Quizás todo. Hizo lo mismo en un jarrón de cerámica.
Junto a Itiae Beffur pasó protestando Mnasué Tidfo, jefe de escribas, que no conocía los jeroglíficos. Mnasué Tidfo era un viejo general al que no le encontraban un puesto de jerarquía en tiempos de paz. Mnasué Tidfo, hombre de acción, envidiaba a los escribas por saberlos hombres que en letras y dibujos guardaban todas las cosas.
Osiris había sido engañado y malmuerto por su hermano mellizo. El Sahara, pérfido aliento, asfixiaba pirámides. Los griegos habían dominado el Mediterráneo y el Nilo (sólo eran libres las arenas) y erigían pequeños altares, para dioses pequeños, no monumentales templos de la vida y la muerte como era tradición del Valle de los Dioses. A todos los males, la única resistencia del triste Egipto la encarnaban los hombres de las palabras.
Itiae Beffur escribió su nombre y la plegaria predilecta de su maestro, Ostumán, en papiro y en madera. Lo había hecho así, desde que aprendiese a escribir sin mirar, siguiendo el dictado sin dudas. Su caligrafía era perfecta (debía hacerlo en la Biblioteca Real) iba dejando constancia en papiros y metales, en madera o piedras preciosas: bienes, rezos, declaraciones de Faraón y de todo Egipto.
Mnasué Tidfo llegó corriendo. Itiae Beffur no pudo soportar la tensión de esa presencia en acción tan extraordinaria. No preguntó. Mnasué Tidfo dijo: -Queman la biblioteca. Pueden irse. Les doy la libertad y parto a combate. Tres de los escribas huyeron, tres se levantaron con curiosidad, sin poder creer lo oído. ¡Quemaban la biblioteca de Alejandría¡. Tres escribas permanecieron inmóviles. No había heroicidad en su acto, tenían miedo: sencillamente les era incomprensible la vida sin la Biblioteca.
Itiae Beffur preguntó tímidamente si algo podría salvarse.
-Nada. Están lanzando fuego griego. Quien no salga ya mismo, morirá por fuego o por humo.
Salieron todos, excepto Itiae Beffur, que continuó escribiendo. Descansó por un momento su caña rojiza. Los ojos le dolían como al ser heridos por el Sahara en el Alto Egipto. A cada instante se alejaban del escriba el Sahara, el Nilo, e incluso las cosas que ardían alrededor. Todo se perdía. Llorando cerró su rollo de papiro y lo selló.
El humo lo mareaba. Tomó su cincel más suave y golpeó amorosamente la roca insensible. Si hubiese querido salir ya no habría podido. Torcía la mano y en su rostro se leía lo que iba escribiendo. Toda una cultura se perdía en la noche, desdibujándose con las llamas que parecían espejar a la isla de Faros. El fuego llegaba, el fuego destruía. Egipto desaparecía. Sin esperanzas. La piedra insensible lastimaba más que el humo. Pero debía seguir. Su vida era escribir, decir, contar.
El fuego llevaría al Egipto al cielo indescifrable del que bajaba el Nilo. Egipto sería arena y olvido, se dijo Itiae Beffur. Como arena sería esa piedra oscura e ingrata que lo ensuciaba y hería. La suavidad púrpura del humo lo iba estrangulando, velaba su mirar. Tosió. Egipto se iba con el humo, con el fuego. Todo se perdería. Fuego y olvido. Todo se perdería. Oh, la Biblioteca agonizante. Nadie entendería ya la historia, la religión, los días simples del Egipto. Fuego y olvido. Sus ojos escurrían el dolor. Fuego. Y olvido. Prolijamente, sin esperanzas, metódico esclavo de las letras, sin esperanzas, tan solo por cumplir con su tarea, sin esperanza, golpe tras golpe, Itiae Beffur terminó de tallar la piedra de Roseta.
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