lunes, 31 de octubre de 2011

GANADORES DEL 7º CONCURSO LITERARIO DE CUENTO Y POESÍA "EL MERIDIANO DE LA PALABRA"


GANADORES DEL 7º CONCURSO LITERARIO DE CUENTO Y POESÍA A NIVEL NACIONAL “EL MERIDIANO DE LA PALABRA”
DE SADE - SECCIONAL ENTRE RÍOS – AÑO 2011

POESÍA

PREMIOS:
1º “Memoria de los reinos”
Seudónimo: “Eltegu”
Autor: ABEL EDGARDO SCHALLER- PARANÁ -ENTRE RÍOS

2º “El rescate”
Seudónimo: “Isondú”
Autora: MARÍA AURORA GAZZINO- PARANÁ -ENTRE RÍOS

3º “Si tan solo…”
Seudónimo: “Lapizlázuli”
Autora: IRMA CABROL DE AVELLANEDA- PARANÁ -ENTRE RÍOS

MENCIÓN DE HONOR SIN ORDEN DE MERITO
“Máxima”
Seudónimo: “Zoe”
Autora: LILIANA SOUZA- DON BOSCO -PROV. BUENOS AIRES

“Preocupaciones sobre la sed”
Seudónimo: “Suireña”
Autora: LILIANA SAVOIA- ROSARIO- PROV. SANTA FE

CUENTO

1º “Fuego en la biblioteca”
Seudónimo: “No me olvides”
Autor: FERNANDO AZAMOR- ZARATE -PROV. BUENOS AIRES

2º”Intermitencias de la memoria”
Seudónimo: “Centaura”
Autora: BEATRIZ TERESA BUSTOS- SAN FRANCISCO -PROV. CÓRDOBA

3º “Regreso por navidad”
Seudónimo: “Visceral”
Autora: MARÍA AURORA GAZZINO –PARANÁ- ENTRE RÍOS

MENCIÓN DE HONOR
“Sur”
Seudónimo: “Laepi”
Autor: ABEL EDGARDO SCHALLER – PARANÁ -ENTRE RÍOS

EL JURADO ESTUVO INTEGRADO POR LOS ESCRITORES: ESCRIBANA GRACIELA PACHER BARBARÁ, PROFESORA JUANITA ROCHA, INGENIERO LUIS CHURRUARIN








POESIA

1er. PREMIO – ABEL EDGARDO SCHALLER

MEMORIA DE LOS REINOS

En nombre del tigre y la raicilla,
del inútil afán de las murallas,
del miedo calvo de mis propios huesos,
de aquéllos que en la oquedad
de los silencios nos preceden;

de las alas y frondas rumorosas,
de la inquietud que yace en las banderas,
del indeliberado rumbo de nubes y vilanos;

de las homéricas simas,
cuyo alegato de sal y de sirenas
no inscribe la imperfección de las bitácoras;

del ojo cíclope que sin dormir crepita
y rige amaneceres y crepúsculos,
de la irisada fragua en que el armero
forja su espada acaso vencedora,
del magma original
que en los profundos templos
funda divinidades y liturgias,
recuérdennos los reinos:
cada materia es un enigma
que inflige herrumbres y metáforas al hombre.









2do. PREMIO – MARIA AURORA GAZZINO

EL RESCATE

Enero me permite este soneto,
un derroche de verde inusitado,
el prodigio de un río rescatado,
y el sosiego de este instante hondo y quieto.

No sé por qué ha tardado este soneto.
Sospecho que de puro acostumbrado
a nacer del dolor, casi extraviado,
tampoco halló la ausencia, e incompleto,
desconoció la luz de tu presencia.
Mi vieja soledad, mi desamparo
se han muerto de sombra frente al claro

cascabeleo verde de tu esencia.
Y, trepada en mi río, tu mirada
me recobra. Poeta. Enamorada.



3er. PREMIO – IRMA CABROL DE AVELLANEDA

SI TAN SOLO…

Tan solo al pensarte se hechizan mis sombras
se olvidan las penas, mi fluir se apasiona
Y es canto a la vida mi voz que te nombra.
Rezagos de vida me oculta el sendero,
donde hay un recodo descubro tus huellas
y el grito que nace del alma en pedazos,
alerta a la luna quien en cuna oscura…
va engendrando estrellas.

Tan solo al pensarte me invade el rocío
los grillos acallan, se moja la espera
y sueldan estrías que sangran en llantos.
Yo vago en el aire, panadero al vuelo
está la nostalgia buscando caricias
y un vibrar de arterias enloquece al rito
de amarte por siempre…

La noche se esfuma y envuelta en sus brumas
me trae la mañana un canto escondido…
mi voz que te nombra, tan solo al pensarte.



MENCION DE HONOR

1ro. LILIANA SOUZA

MAXIMA

I
arder en preguntas
esta puesta en sentido
es tentar a la belleza
con posibles simetrías

II
cuando sucede
o se anuncia
como lentejuelas capturando la luz
la piel
hace síntoma

III
lo que se aproxima
está
permanece
y exacerba

IV
el amor
no es real
un artificio lo contiene

V
la devoción por el instante
no lleva a ningún lugar
y ha llegado
al espacio brutal y primitivo
donde la pérdida
ya es un hecho

VI
zanjar diferencias
no los salva

VII
a un tiempo de oscuridad
con la desnudez
sujeta al otro
un peligro amenazante
discurre
y no perdona

2do. LILIANA SAVOIA

PREOCUPACIONES SOBRE LA SED

Cuando llueve no se sale
aconsejan los vientres maternales
convertidos en solemnes mantras.
Quizás en un futuro
los autores del agua se fatiguen,
no fabriquen más gotas perturbadoras.
Preocupa más la sed
que el agua
porque se vive con la lengua seca
de verdades
que se evaporan en el cemento
convertidas en escarchas de fuego
…………………………………..
Seremos las cenizas donde dormirá el fénix





CUENTO

1er. PREMIO - FERNANDO AZAMOR

FUEGO EN LA BIBLIOTECA

Escribir es trascender, decía Ostumán, maestro de escribas. Escribimos para ser eternos, enseñaba. Nuestro mensaje nunca acabará. Escribir es saber. El papiro estará aquí cuando ya nadie diga nuestro nombre. En el atardecer, Itiae Beffur clavó su firma y su anillo sobre los papiros fundamentales. Saber. Saber mucho. Quizás todo. Hizo lo mismo en un jarrón de cerámica.
Junto a Itiae Beffur pasó protestando Mnasué Tidfo, jefe de escribas, que no conocía los jeroglíficos. Mnasué Tidfo era un viejo general al que no le encontraban un puesto de jerarquía en tiempos de paz. Mnasué Tidfo, hombre de acción, envidiaba a los escribas por saberlos hombres que en letras y dibujos guardaban todas las cosas.
Osiris había sido engañado y malmuerto por su hermano mellizo. El Sahara, pérfido aliento, asfixiaba pirámides. Los griegos habían dominado el Mediterráneo y el Nilo (sólo eran libres las arenas) y erigían pequeños altares, para dioses pequeños, no monumentales templos de la vida y la muerte como era tradición del Valle de los Dioses. A todos los males, la única resistencia del triste Egipto la encarnaban los hombres de las palabras.
Itiae Beffur escribió su nombre y la plegaria predilecta de su maestro, Ostumán, en papiro y en madera. Lo había hecho así, desde que aprendiese a escribir sin mirar, siguiendo el dictado sin dudas. Su caligrafía era perfecta (debía hacerlo en la Biblioteca Real) iba dejando constancia en papiros y metales, en madera o piedras preciosas: bienes, rezos, declaraciones de Faraón y de todo Egipto.
Mnasué Tidfo llegó corriendo. Itiae Beffur no pudo soportar la tensión de esa presencia en acción tan extraordinaria. No preguntó. Mnasué Tidfo dijo: -Queman la biblioteca. Pueden irse. Les doy la libertad y parto a combate. Tres de los escribas huyeron, tres se levantaron con curiosidad, sin poder creer lo oído. ¡Quemaban la biblioteca de Alejandría¡. Tres escribas permanecieron inmóviles. No había heroicidad en su acto, tenían miedo: sencillamente les era incomprensible la vida sin la Biblioteca.
Itiae Beffur preguntó tímidamente si algo podría salvarse.
-Nada. Están lanzando fuego griego. Quien no salga ya mismo, morirá por fuego o por humo.
Salieron todos, excepto Itiae Beffur, que continuó escribiendo. Descansó por un momento su caña rojiza. Los ojos le dolían como al ser heridos por el Sahara en el Alto Egipto. A cada instante se alejaban del escriba el Sahara, el Nilo, e incluso las cosas que ardían alrededor. Todo se perdía. Llorando cerró su rollo de papiro y lo selló.
El humo lo mareaba. Tomó su cincel más suave y golpeó amorosamente la roca insensible. Si hubiese querido salir ya no habría podido. Torcía la mano y en su rostro se leía lo que iba escribiendo. Toda una cultura se perdía en la noche, desdibujándose con las llamas que parecían espejar a la isla de Faros. El fuego llegaba, el fuego destruía. Egipto desaparecía. Sin esperanzas. La piedra insensible lastimaba más que el humo. Pero debía seguir. Su vida era escribir, decir, contar.
El fuego llevaría al Egipto al cielo indescifrable del que bajaba el Nilo. Egipto sería arena y olvido, se dijo Itiae Beffur. Como arena sería esa piedra oscura e ingrata que lo ensuciaba y hería. La suavidad púrpura del humo lo iba estrangulando, velaba su mirar. Tosió. Egipto se iba con el humo, con el fuego. Todo se perdería. Fuego y olvido. Todo se perdería. Oh, la Biblioteca agonizante. Nadie entendería ya la historia, la religión, los días simples del Egipto. Fuego y olvido. Sus ojos escurrían el dolor. Fuego. Y olvido. Prolijamente, sin esperanzas, metódico esclavo de las letras, sin esperanzas, tan solo por cumplir con su tarea, sin esperanza, golpe tras golpe, Itiae Beffur terminó de tallar la piedra de Roseta.



2do. PREMIO – BEATRIZ TERESA BUSTOS

“INTERMITENCIAS DE LA MEMORIA”

Muda está la hoja de papel sobre el escritorio desde que Blimunda se fue llevándose el don que tanta falta le hace para anticiparse a los acontecimientos ahora, engranaje oxidado es su memoria. Más de una década estuvo esperando que ella regresara, esa hoguera se consumió y esparció las cenizas sobre sus sienes.
Esta noche , una salvaje soledad tiene sus fauces abiertas sobre Mafra; ya no soporta la espina clavada en su mente que a cada instante le grita un… ¿ya sin palabras?
Respira hondamente y sale a cielo abierto, camina cansinamente. Por horas deambula por la orilla del río Tajo quien lame los pies de la comarca. Imprevistamente lo detiene un destello y ve… a su Blimunda sosegando las tropas de sombras del cielo, sujetar al viento y ponerle alas de arena, luego… descender por una escala de agua… Se estremece Saramago ante las preguntas que desde lejos comienza a lanzarle y le caen como sal en sus heridas…¿Por qué me diste esta capacidad de ver las cosas cuando aún no son?
Cuando estuvieron cara a cara, tanto que fueron un solo aliento, ella lo desmoronó con… ¿Me creerías igual después de más de una década?
Sin dejar de mirarla le respondió, sí, te creería igual, pero de lo que sucedió en tu entorno, creo no ser responsable; culpable fue la época, la única orden del rey era obedecer y trabajar, y yo… sólo quise darte algo que nadie te robara.
No crees- inquirió Blimunda-, que es Dios quien crea y otorga libre albedrío.
Libre albedrío, respondió casi gritando Saramago, aclaremos esto, yo soy quien te dio vida, te puse en un mundo real y ahora, como los seres creados de una costilla te rebelas contra mí; estás utilizando la misma expresión que ellos. Sábelo mujer, Dios les dio libre albedrío para que elijan entre dos cosas buenas, jamás les dio a elegir entre una buena y una mala, porque sobre las cosas malas, les dice siempre, no.
Si, lo sé, confesó Blimunda, pero después de la última página de “El memorial del convento”, me destinaste a vagar por siempre. No tengo descanso, vivo vagando de mente en mente, harta de hacer noche en las bibliotecas, me analizan, dicen tantas cosas de ti a través… ya quiero descansar… ¿Tú no?
Crees que es diferente para mi mujer, he pasado la vida creando, acerco o alejo el horizonte para los sueños de muchos, invento universos, desenmascaro almas, tramo y desentramo historias. Hasta llegué a confundir mi vida con una novelesca realidad. Un sinnúmero de veces en estos años pensé que tal vez, todos somos creación de otros y lo más peligroso es que podríamos ser una invención de nosotros mismos.
Perdóname dijo Blimunda… ¿Hoy, es distinta la situación en Mafra?
No – respondió él con tono malicioso- ahora la inmediatez y la superficialidad rondan las calles, no sé cómo terminará todo, sólo tu Dios sabe lo que quedará de esto, dijo Saramago.
Tú eres mi dios respondió ella casi susurrando… ¿puedo saber para qué me esperabas?
Saramago penetró los ojos de la doncella, quería preguntarte si eres tú la causante de que todas las hojas estén en blanco sobre mi escritorio y si volverán a llenarse algún día, porque temo de haber sido yo quien creó ese desierto blanco…
Ven, dijo Blimunda, ven, camina conmigo sobre el agua. Cuando estaban a mitad de la afluencia se detuvieron, mira a tu alrededor le aconsejó, observa ¿está la orilla tan lejos que no puedes alcanzarla? ¿Te anegan tanto las aguas que sientes no poder llegar a la orilla? ¿Tienen tantas estrellas tus cielos que hasta tu brújula anda extraviada?, ¿cada grano de arena te parece brasa encendida y no puedes avanzar descalzo?, ¿el silencio que te rodea es tan amenazante que no te atreves a empuñar “la lid de tu palabra”?, ¿es tan pequeña la chispa que te enciende, que no puedes ver que ella es solo el principio de tu luz?
Descubre mi acertijo Saramago… son siete mis lunas y dos lunas faltan para que tengas la oportunidad de hacer. Sólo dos lunas…Después de un hermético silencio ella le sonrió con ternura, debo irme avisó mientras libertaba la mano de su creador, sabes que jamás volveré… ¿lo sabes verdad?
No me abandones mendigó Saramago, pero ella giró sobre sí y comenzó a subir por la escala de agua. La observó entrar en su carro y alejarse llevando detrás de sí, los destellos de la noche, luego caminó hasta la orilla sin temor; mientras avanzaba sobre el
agua, pensó…si el hombre que hacía milagros, pudiera verme tendría que aceptar lo que proclamaba, que es posible caminar sobre las agitadas aguas del sentimiento.
Al regresar a su aposento, sobre el escritorio lo aguardaba ansiosa la página desnuda, y después de dos lunas, comenzó a escribir la parábola…”Las Intermitencias de la muerte”.



3er. PREMIO – MARIA AURORA GAZZINO


REGRESO POR NAVIDAD

“Papá, tengo los diez pesos.
¿Me podrías vender
una hora de tu tiempo?”
Omar Cerasuolo

Nada hay más definitivo que una navidad en la infancia.
-Buen comienzo para mi cuento, -dice y acaba la agonía de su cigarrillo en el repleto cenicero. –El lunes dejo; mi tos, mi bolsillo y mi hijo me lo piden. (Vaya con esta generación ecologista, -piensa). Sonríe. Sabe que con la idea inicial, el resto fluirá. El certamen cierra pronto. Esta vez tiene chance. El premio será para el regalo de Andrés.
Aquélla fue mi navidad definitiva, la de mis seis años, la del gozo y la del dolor en un mismo sitio, mi ser. Uno, por mis zapatos colmados, el otro, por los vacíos de mi amigo. Papá Noel era injusto… Yo vivía más en lo de Abel que en mi casa, siempre vacía por los viajes de mis viejos. La de Abel estaba llena de voces y de olor a pan recién hecho. Con lo del pan lo consolé.
-Es mejor que el de mi casa, caro pero jamás tibio como éste- traté de convencerlo. Y los hombros de tu papá Abi, son más fuertes que mi caballo de madera y te hacen viajar más seguro que en mi bicicleta, que en mi auto con pedales, que en mis patines, que en mi monopatín…
Otro cigarrillo. –Aún no es lunes, -dice. “Escribí a Santa Claus” –había dicho Andy.
(Vaya con esta generación y con su costumbre de americanizar nombres, -piensa). ¿Qué pedirá? Saberlo me serviría para este cuento, para cotejar deseos, los de un chico actual, mi hijo, con aquéllos míos, los de mis seis años. –Justo la edad de Andrés, -se dice. Busca la carta, la que ha prometido llevar al correo, esa que Andy le ha dictado a su primo mayor porque él recién está aprendiendo a escribir.

Pisa el cigarrillo, el recién encendido, aunque no es lunes. Arruga el papel, el de su cuento. Y piensa que nada hay más definitivo que una navidad de la infancia.
“Querido Santa Claus: voy a pedirte dos cosas. La primera, mucha fuerza a mi papá para que deje de fumar y que así pueda remontarme el barrilete que me trajiste el año pasado, porque dice que no tiene aire. La otra, algo de plata para que –al menos por un día- él no tenga que escribir cuentos y pueda estar conmigo y con mi mamá. Andy”.

Comienza otro cuento, el definitivo. Busca el barrilete y lo deja listo para probar el cielo. Recuerda la frialdad de su caballito de madera, y el brillo inútil del cromado de su bicicleta, de su auto con pedales, de sus patines, de su monopatín. Añora el perfume a pan recién hecho y la tibieza segura de los hombros del papá de Abel.
Y entonces, por primera vez, duerme abrazado a su hijo, a los seis años de su hijo, a los seis años de Abel, a sus propios y definitivos seis años.






MENCION DE HONOR –ABEL EDGARDO SCHALLER

SUR


“Y este pescador de silencio,
que llega de una fiebre de silencio” Juan L. Ortiz

Siempre aguas arriba. Eso lo sabe cualquiera por allí. También él lo sabe. Después el río se encarga del regreso.
Este viento no es el de ayer, mastica y se maldice entonces, casi escuchándose.
Y el sur le salpica cuchillos de agua, como para descoyuntarlo en la remada. Más de cien kilos de pescado, como nunca antes en su destino de alambre, brazoladas y acopiadores mezquinos.
En los toletes le crujen los augurios de una provista marcha, las alpargatas nuevas, el demorado remiendo del trasmallo, un par de remos “como la gente”. Y algún boliche de cruce, eso seguro.
A pique en las espaldas, la tarde es como un mundo y ninguna cancha más empacada que ésta. Esto también lo sabe de sudor propio.
Pero esas nubes no estaban cuando desarmó el bendito, ni este celaje de relámpagos mudos, ni el viento que multiplica ovejitas en el páramo overo.
Tampoco estos resquicios de agua entre los pies. Inútilmente se acuerda del pabilo en el castillete de proa, mientras chasquea el furor de las remadas.
El agua entre los pies… tal vez si tirara algunos pescados… algunos, que entonces vuelven muertos a la vida que espera…
Va calculando las distancias. No es fácil en el río, y menos en medio de los veriles de la noche.
Afirma los talones en el plan de la canoa, en busca de una rabia que ahora se le desparrama como una fiebre por los brazos. Y mira el cielo, que no es de lluvia, le parece, sólo de un viento que pica el agua a sus antojos, y el largo de esas sombras ya tan encima…
Otros pescados entonces, que lo alivianen del peso en plena hondura.
Con la porfía crispándole las manos, mete los que le quedan en un socorro de arpillera y ata la bolsa, que ahora ni flota, casi a plomo, sujeta en el través de la bancada.
Intuye el rancho en un tiempo y espacio interminables… y esta agua entre los pies, lábil certeza más arriba de los tobillos, y el machete confuso y a ciegas contra la soga de la bolsa, con la provista macha, las alpargatas y el par de remos nuevos, la ilusión tinta del vidrio, a la deriva por las crespuras anchas.

Desde la costa, el perro está indicándole el ámbito inclinado y pobretón del rancho. Pero el rancho es otra vez una parda penuria que no cesa.

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